Hace tiempo que quería salmodiar a ese ejército de personas que, con una variada gama de carromatos de dos ruedas, limpia la ciudad de todo tipo de metal abandonado. Son verdaderos imanes. Recorren Granada sin pereza, buscando en contenedores los metales que las obras de reformas van desechando. Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, desafiando al frío en invierno, soportando los treinta y tantos grados de julio y agosto, se financian el pan de cada día con “polvo, sudor y lágrimas”… Son personas de piel morena: curtida por la inclemencia de la climatología, sin cremas solares ni potingues de botica.
Siempre he sentido un cariño especial hacia este gremio. No sólo porque me parece honrado vivir del propio trabajo, sino porque la primera y última red de cazar pajarillos me la agencié, siendo niño, recogiendo “cobre e hierros viejos”. Y porque, más tarde, para participar en la liga provincial de fútbol, tuvimos que recoger botellas, cartones… para comprar las botas y camisetas del equipo. Eran otros tiempos.
Pero, cuando he visto que a este colectivo de personas sale a la calle en Madrid para protestar contra la Ley Estatal de recogida de residuos que prohíbe su actividad, he sentido tanta indignación como ellos. Indignación que va más allá de las indignaciones políticas del 15M. Es la indignación del 11 de Agosto: abrasante, sofocante. Se trata de una indignación vital, existencial y ética. Es cuestión de vivir o no vivir, de ser o no ser, de no robar o de robar, como manifestaba Lisardo Hernández, tras la manifestación. Pero a nuestros gobernantes, a nuestros legisladores, les da igual. Cuando entran en el gremio de Monipodio, ya tienen asegurados, de por vida, el pan y el embutido.
La chatarra da de comer al pobre, al marginado. Pero eso no es rentable. Debe comer de la benevolencia del político, del subsidio. No de su trabajo. Por eso, con la Nueva Ley, todo ese material abandonado en las calles pertenece al Ayuntamiento, y se venderá al que tenga medios para comprarlo, creando su empresa, pagando sus impuestos, y sacando la Licencia de recogida de residuos sólidos no peligrosos. Esto sí es rentable. Y más, si la empresa concesionaria del servicio es municipal o de la Junta, pues la pagaremos todos.
Es evidente que esta dispersión de imanes a la captura del metal ha llevado, en muchas ocasiones, al desmantelamiento del cableado eléctrico y la sustracción de diversos materiales. Pero, con toda seguridad, se trata de pájaros de más alto vuelo. No de estos rumanos o personas de etnia gitana que, tras el cobro del material en la chatarrería, los encuentras en el supermercado comprando unos refrescos de a litro, pan y latas de conserva. No. Ésta es otra gente.
Está claro que nuestros políticos no han tenido que pagarse un hobby con “cobre e hierros viejos”, con “botellas y cartones”. Está claro que no saben lo que es ganarse el pan con el sudor de sus frentes, sino con el de las ajenas. Sólo habría que pedirles que, si no trabajan, dejen trabajar, al menos, en el duro oficio de Vulcano.
(Publicado en IDEAL de Granada, 16 de Agosto de 2011)