Tras la toma de posesión de sus «cargos», los ministros de Sánchez esbozaron las líneas programáticas de sus departamentos. Me sorprendió María Jesús Montero, ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, cuando dijo que tiene por objetivo que la fiscalidad del Siglo XXI logre que «cada uno aporte en función de su capacidad y todos reciban según sus necesidades», en busca de la «justicia social». Palabra que debiera lucir en el frontal de su ministerio.
Este aforismo, recogido por Marx en su obra póstuma, «Crítica al programa de Gotha» (1875), sintetiza la política del actual Gobierno, en el que la revolución no está en manos de un proletariado aburguesado, sino que se llevará a cabo desde el Poder, que irá «despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital».
Para Marx, en «la primera fase de la sociedad comunista», cada cual recibirá según su trabajo; pero, en la «segunda fase», «cuando los manantiales de la riqueza colectiva fluyan más abundantemente, sólo entonces podrá rebasarse en su totalidad el estrecho horizonte del derecho burgués y podrá la sociedad escribir en su estandarte: De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades». Para la Señora Montero (María Jesús), el estandarte es el frontispicio del Ministerio de Hacienda.
Los socialdemócratas alemanes ocultaron este programa por considerarlo revolucionario, hasta que Lenin estimó oportuno publicarlo (1891), declarando que las demás clases eran una «masa reaccionaria».
Este Gobierno, formado por anticapitalistas, comunistas, antiliberales, republicanos, feministas radicales…, irá demoliendo veladamente, el «antiguo régimen constitucional», a base de leyes y decretos. Para ello se distribuyen a diario las comparecencias en las televisiones y «distraen» con temas secundarios a la gente, mientras el gurú de la Moncloa cocina los menús al gusto de Pedro y Pablo, y de las demás fuerzas que sostien al gobierno. ¿Nos espera un sistema educativo ideologizado como el de Cataluña o Baleares? No cabe duda. Si «no podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres», como declara la señora Celaá, ya que «no los inscribimos en el Registro de la Propiedad, sino en el Registro Civil», como apostilla Iglesias, no cabe esperar más que una educación para domesticar, una formación unidimensional. ¿En manos de quién se quiere poner la formación ética? Con una degradación creciente en violencia, sexualidad, convivencia, medioambiente, consumo… esta sociedad necesita una remoralización desde la sensatez, teniendo en cuenta todas las dimensiones de la persona. Ojalá La Directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, no imponga sus valores en religión y sexualidad… No estamos para quemar iglesias, porque superamos en mucho el nivel cultural de viejos incendiarios republicanos; ni para imponer prácticas sexuales tan progres, fruto, tal vez, de su pasado traumático.
Desaparecida la lucha de clases, la revolución se está efectuando ya desde el poder ejecutivo, al usurpar los poderes legislativo y judicial. Pero no nos van a conducir a El Dorado comunista, sino a la desestructuración de nuestra sociedad, siempre propensa a la insolidaridad, al resentimiento, que ya comienza a desempolvar el odio cainita… Aquí nadie quiere aportar «según su capacidad». Más bien lo contrario: cada cual roba o defrauda según su habilidad y su posición. Aunque sí estamos abiertos a «recibir todo lo que necesitamos»: educación, sanidad, altas pensiones, renta mínima, viajes del Imserso, ayuda a domicilio y a la dependencia…Sólo los políticos de élite reciben impunemente según sus necesidades y ambiciones.
Sin creación de riqueza, no hay prosperidad. Los modelos bolivarianos que han sostenido e inspiran a parte del actual Gobierno, no son fuente de progreso, sino de involución. Un precipicio a la miseria, al hambre, al enfrentamiento, a la desmembración del Estado. La dialéctica marxista sufre, tras bastantes éxitos, su antítesis irreversible.
Publicado en IDEAL de Granada el martes 28 de Enero de 2020