Animalistas
La vuelta general a la actividad laboral, tras las vacaciones veraniegas, está coincidiendo con una mayor presencia de los movimientos animalistas en los medios de comunicación, en una campaña reivindicativa radical en defensa de los animales, equiparándolos en derechos a los humanos y aplicándoles, incluso, la «lengua inclusiva» del Ayuntamiento de Barcelona: “les gallines, les galles”. No. No nos confundamos con la lengua asturiana, ni con el habla de la Costa granadina. Se trata de la supresión de la realidad natural del género: porque el masculino y femenino no incluyen tampoco a los «bi, gay o trans» del reino animal. Ignoran que la zoología siempre tuvo presente a los hermafroditas, sin controversia alguna.
A lo largo del verano, las granjas catalanas han sido objeto de escraches y asaltos de movimientos como Meat the Victims y Action for Liberation. Movimientos de carácter internacional que luchan por devolver los animales estabulados a su hábitat natural. El pasado día uno, en Gurb, comarca de Osona, los activistas liberaron 14 conejos. Desconocen que los animales criados en cautividad, generalmente no sobreviven en una naturaleza donde tienen que luchar por la alimentación y la defensa de su propia vida.
Tras la entrada en una granja de Sant Antoni de Vilamajor, en agosto, se quejaban de que el granjero tuviera separadas las madres de las crías. A este paso, pronto pedirán bajas por maternidad y paternidad para los progenitores animales. ¿Sabrán los cuidadores, por experiencia y consejo veterinario, lo que mejor conviene a una crianza saludable? Y también expresaban que «no podemos permitir que sigan violando a las vacas», refiriéndose a la inseminación artificial. ¿Cuando una mujer se somete a esta práctica, habría que hablar de violación?
Por su parte, los veganos están pidiendo, en los medios de comunicación, la retirada de «les galles» de los corrales, porque pisan a «les gallines» sin su consentimiento, provocando sufrimiento en ese acto sexual, al que llaman «violación», «abuso no consentido». Son, por estas declaraciones, más estrictos en la sexualidad animal, que San Josemaría Escrivá con la sexualidad humana. ¿Conoce este grupo de iluminados los ritos sexuales de las distintas especies de animales? Las «berreas» están al llegar. Que las sigan. Como replican los ganaderos, ¿les han preguntado a las gallinas o a las vacas su grado de satisfacción?
Soslayando otras muchas cuestiones que plantean, por ahora los animales no son sujetos de derecho, pues, según los juristas, «persona jurídica es el hombre considerado como actor de la vida social». Puede serlo también un colectivo, una sociedad, un banco…, cuyas responsabilidades recaen sobre las personas que los constituyen. Es más, si estas asociaciones son consecuentes, ¿por qué no exigen devolver a su estado natural a todas las mascotas enjauladas o secuestradas en viviendas? ¿Por qué se les esteriliza sin su consentimiento? Si los animales fueran sujetos de derecho, habría que pedir responsabilidades a los jabalíes que destrozan plantaciones de árboles en nuestros campos, o a las cabras que pastan en los jardines de las urbanizaciones y rompen tejados en las casas de Cerro Gordo, en Almuñécar.
La sensibilidad hacia los animales crece vertiginosamente, y se ha ido elaborando una normativa cada vez más exigente y completa sobre el trato a los mismos y a su bienestar: cuidados, transporte, maltrato, abandono, sacrificio… Las granjas están sometidas a rigurosos controles de salubridad; más, incluso, que algunas viviendas de nuestros pueblos o ciudades. Esto no impide que se incumpla la legislación, como en cualquier otra esfera de la vida humana. Y respecto al sacrificio de los animales, aunque sea contra su voluntad (según ellos), cualquier persona vive un final más largo y trágico, cuando se enfrenta a la muerte: lucha contra un cáncer, soledad, abandono familiar… Pánico ante el futuro.
Publicado en IDEAL de Granada, el miércoles 11 de septiembre de 2019
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