Lenguas clásicas

 

Al inicio del curso escolar, cada año volvemos a oír lo que gastan  los padres en la compra de libros y material escolar, en ropa y uniformes, así como las deficiencias que presentan determinados colegios o las plazas de profesores que aún están por cubrir. Este año todo ha quedado oscurecido por la tesis doctoral de Sánchez, para la que el doctor le está preparando el sarcófago de la momia del Dictador, cuando los trámites legales permitan el desalojo de la misma, y los medios de comunicación certifiquen la nulidad de la tesis. Allí podremos leer un irónico epitafio plagiado: AD MAIOREM GLORIAM PETRI.

También es recurrente en los medios de comunicación la queja por la desaparición del griego en muchos Institutos y por los recortes que ha sufrido el latín. La voz más autorizada en la reivindicación ha sido siempre la del doctor en Filología Clásica,  ilustrado y prolífico escritor y académico, Francisco Rodríguez  Adrados. Con este motivo se manifestaron ante el Ministerio de Educación, el pasado día 9, varios centenares de Profesores, que ven mermadas sus horas lectivas, y tienen que completar horario con Lengua Castellana u otras materias poco afines.

Los docentes que ven peligrar su puesto de trabajo argumentan que en Grecia y Roma está la cuna de la cultura y del humanismo occidental: filosofía, arte, derecho,  ética, instituciones…, y la lengua de parte de Europa. Y  que el estudio del mundo clásico contribuye al conocimiento y  al respeto a unos valores fundamentales en nuestra sociedad.

Pero cabe hacerse una pregunta: ¿Puede el latín y griego recobrar en la educación el peso de los años setenta u ochenta? Pienso que no. Una y otra lengua exigen un tiempo, trabajo, memorización y concentración difíciles de alcanzar  en los tiempos que corren. El amplio currículum que abarca la Educación Secundaria hace imposible ceder las horas  necesarias para el aprendizaje de estas asignaturas. Y la juventud, por otra parte,  no está en condiciones de  dedicar el esfuerzo pertinente para codificar la complejidad que presentan los sustantivos, adjetivos, pronombres, verbos… griegos y latinos. Y no hablemos de las leyes fonéticas de vocales y consonantes en griego o del hipérbaton latino.

La presión de los colectivos afectados ha obligado a la creación de la asignatura de Cultura Clásica para Tercero o Cuarto de ESO, en la que se da a conocer la geografía, la historia, el mito, la religión, el arte, la familia, la política,  la literatura, la lengua… , y la presencia de ésta en la terminología científica. Un amplio y ambicioso proyecto que sólo sirve de barniz  en unos  cerebros digitalizados. Mientras,  el griego ha desaparecido prácticamente, al ofrecerlo como optativa frente a  Economía, Geografía o Hª del Mundo Contemporáneo. Y el latín sobrevive en 1º y 2º  del Bachillerato de Humanidades. Un latín tan básico, que, en los exámenes de Acceso a la Universidad, vemos el mismo nivel que en la antigua reválida de Cuarto de Bachiller

Es decir, que estas lenguas “muertas” viven su agonía en el sistema educativo. Desgraciadamente. Pues el  léxico de las mismas está presente en toda la terminología científica. Baste con recordar a Linneo creando el  “nombre a las cosas”, con  terminología grecolatina. Y, si miramos al latín, su conocimiento facilita el aprendizaje racional de las lenguas románicas (francés, castellano, italiano, gallego, catalán), la evolución  que han experimentado, y  ayuda a estructurar la mente, tanto como las matemáticas, con el juego complejo de morfemas nominales y las estructuras sintácticas.

Como todo lo bello, estas lenguas van a quedar relegadas al goce de unos pocos que sepan sumergir su espíritu en ellas, sea por trabajos de literatura, de lingüística, de cultura, de historia, de derecho o, simplemente, de arte.

(Publicado en IDEAL DE GRANADA, el martes, 18 de Septiembre de 2018)

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