Llevamos ocho meses oyendo a los analistas políticos que “los españoles no quieren mayorías absolutas”. Y dan como prueba los resultados de las dos últimas elecciones, que todos conocemos. Creen que es buena esta decisión del pueblo, porque así se controlan mejor los desmadres y la corrupción alarmante de parte de los políticos en el Gobierno de la Nación, de las Comunidades y de las Corporaciones locales.
Respecto a la corrupción, todos hemos oído la frase de Lord Acton: “el poder tiende a la corrupción, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Creer que el reparto de escaños entre un sinnúmero de partidos es la garantía de la “honorabilidad” resulta ingenuo. No hay más que recordar las “tarjetas black” de Caja Madrid. ¿Cuántos hicieron uso de ellas? ¿No había allí políticos de todos los colores, sindicalistas, economistas…? ¡Más pluralidad, imposible! Y es que la tendencia al propio bien es innata en el ser humano. Mientras que la defensa de lo público y el trabajo por el bien común sólo se adquieren mediante una educación cívica y un comportamiento ético reiterado. Para ello son imprescindibles unas leyes severas que castiguen a los delincuentes en la materia.
En cuanto al voto, ¿es cierto que los españoles no quieren mayorías absolutas? ¿Cuál es la intención de cada ciudadano al depositar su papeleta en las urnas? No es necesario hacer una encuesta, sino una reflexión, para saber por qué se vota. Votan al PSOE todos los que tienen cargos, Senadores, Diputados, Concejales, aspiran a ellos o disfrutan de empresas u organismos creados por el Partido. Y sus allegados. Y los parados que, en Andalucía, se benefician del PER y trabajan, sin control, para vivir de forma holgada. Y los socialistas de toda la vida, que lo llevan en su ADN sin saber, a veces, lo que es socialismo, y odian a la derecha, cuyos rasgos ellos mismos poseen. Y estos quieren mayoría absoluta, por supuesto. Pero no lo consiguen con Pedro I del PSOE y “Nono” de España. Votan al Partido Popular, igualmente, todos los que viven de los cargos, y sus familiares. Y los que odian a “las izquierdas” con viejas reminiscencias de la Guerra Civil. Y los que quieren mayores libertades económicas, menos presión fiscal, respeto a las creencias religiosas, a pesar de la Gürtel, de los Blesas, Granados, Ratos y Rajoy… Y quieren también mayoría absoluta. Votan a Unidos Podemos los que no pueden desunidos. Una ensalada ideológica que va del marxismo clásico a la marginalidad. Unos que buscan amparo social, y otros que, con nivel universitario, pretenden situarse en las altas esferas para dinamitar el sistema. Y quieren alcanzar, si no mayoría absoluta, sí mayoría suficiente para pactar sus objetivos. Y Ciudadanos, refugio de marginados en otras formaciones políticas, enarbola la bandera de la regeneración para gente desencantada. ¿A qué aspiran los Partidos Independentistas? Está claro. A cobrar, en primer lugar, y a hacer publicidad de sus principios y fines: la independencia. Bildu o Esquerra, ¿para qué son votados? Basta con oír a Rufián a Tardá o a Marian Beitialarrangoitia para salir de dudas.
Es evidente que en el voto de los ciudadanos hay intereses, odios, necesidad de cambio, conservadurismo… Pero los representantes del pueblo deben despojarse de todos los sentimientos viscerales, y analizar las necesidades del país, España, legislar para mejorar los recursos y la gestión de los mismos. Y desde la racionalidad, la inteligencia, la madurez, la concordia, acordar las medidas necesarias que mejoren nuestra economía, reduzcan el paro y recuperen el Estado del Bienestar que todos deseamos, que todos imperiosamente necesitamos. Si no son capaces de esto, no son dignos de representarnos.
(Publicado en IDEAL de Granada, el día 31 de Agosto de 2016)