Siento gran admiración por deportistas que lo dan todo por defender la Selección española. Y, sobre todo, por deportistas que, no sintiéndose prioritariamente españoles, han sido pilares fundamentales en la consecución de dos campeonatos europeos de fútbol y uno mundial. Xavi Hernández, Piqué, Puyol, Valdés, Cesc… han tenido siempre un comportamiento respetuoso con los colores que representaban. No hace falta someterlos a un análisis de sangre para saber el color del líquido que corre por sus venas. Pero, durante la larga trayectoria deportiva de los mismos y durante las múltiples celebraciones de victorias y títulos, jamás han dejado translucir una desconsideración hacia España o hacia los aficionados a los que representan.
Pero hoy, viendo La Sexta Noticias, al mediodía, quedé sorprendido, en la Sección de Deportes, con las declaraciones de Susaeta, ese joven futbolista del Athletic de Bilbao, llamado por primera vez a la Selección absoluta y que, ante los micrófonos de la televisión, tras un significativo silencio decía, entre otras cosas: “Representamos ….… a una cosa que, bueno, tenemos que darlo todo y respetar bajo todos los conceptos”. Y continuaba: «Es un tremenda alegría participar en este grupo, en este partido, disfrutar cada minuto de estos magníficos jugadores, que son campeones del mundo y de Europa. La verdad que es un orgullo compartir un entrenamiento y un partido con ellos, así que estoy muy contento».
Yo he sido un admirador de la clase de este jugador, con cara de niño bueno, de su elegancia en el pase y de su precisión en el tiro. Y seguiré la trayectoria futbolística de este ser que Del Bosque ha seleccionado para jugar con Panamá. Un ser que va a defender los colores de una “cosa” que es mi País, que es España.
Quien se avergüence de ser español, no debe defender a España. Si ese objeto tuviera un mínimo de decencia, no habría ido. Y si la Federación Española y su Seleccionador son conscientes de a quiénes representan, deben prescindir de los servicios, mejor, perjuicios, de este ser. No se puede ni se debe catapultar a la internacionalidad a un objeto que cosifica, ignora, desconoce y desprecia a los millones de personas que somos españoles, lo sintamos o no, y que llamamos a nuestra nación: España.
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