“Caminante, no hay camino…” Los versos de Machado han tenido siempre vigencia. Pero su profunda filosofía irradia hoy más fuerza que nunca. La vertiginosa marcha de la ciencia, de la cultura, del conocimiento, deja anquilosadas las rutas por las que caminábamos ayer. Los fundamentos religiosos de las tres grandes culturas, la occidental, la islámica y la oriental, que han sido los cauces por los que han discurrido las vidas de millones y millones de ciudadanos durante siglos, se encuentran sacudidos por el sunami de la ciencia y del progreso. Los viejos cauces siguen albergando cantidad de agua dócil en su lecho. Pero el terremoto de la posmodernidad ha inundado los campos con aguas que buscan nuevas salidas a su estancamiento. De igual modo, las nuevas tecnologías dejan obsoletos rápidamente los actuales medios de producción y las vigentes herramientas del conocimiento. Por lo que los caminos se convierten cada día en cañadas inviables para la trashumancia personal y profesional.
“Se hace camino al andar. Al andar se hace camino…”, pero no es fácil. Es mucho más cómodo circular por los viejos y tortuosos caminos de las creencias, abrir las velas a los vientos de las interesadas y manipuladoras corrientes de opinión que, desde los medios audiovisuales, soplan incesantes, para orientar las naves de multitud de ciudadanos por las rutas políticas e ideológicas que interesan a los Grupos de Poder que las financian. Todos hacemos camino al andar. Nuestro camino. Pero, ¡hay tanto camino estandarizado…! En estos tiempos en los que se enarbola por todas partes el estandarte de la libertad, para que cada cual diseñe el propio proyecto vital, las multinacionales, la sociedad de consumo, los políticos, los medios de comunicación trazan los raíles por los que circula (piensa, obra…) la mayoría de los ciudadanos. Esto crea infinidad de clones: personas que no son ellas, sino aparatos que reproducen las mismas funciones que el resto de los de su género. Ovejas que balan cuando bala el rebaño. Ovejas que comen cuando comen sus compañeras. Ovejas que obedecen a la voz del pastor, que se apiñan al ladrido del perro que las custodia.
“….y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar”. No hay “eterno retorno” nietzscheano. Caminar, caminar, caminar… Vivir, vivir, vivir… No encontramos “áreas de descanso”. Las autovías de la existencia actual carecen de ellas. El espejo retrovisor no refleja el camino andado, borrado por la noche del pasado. Es necesario circular con las luces largas de la inteligencia, para ver los continuos avances del saber. Para descubrir los nuevos modelos de comportamiento. Para así troquelar la esencia de cada ser. Para así ser lo que se debe ser, modelando el propio ser con el cincel y el martillo del obrar cotidiano.
Volver sobre las huellas de nuestro caminar, sobre las estelas de nuestro navegar, no es más que ahogar presente y perder el tren del futuro. Por lo que no hay que abandonar el volante del AVE que cada uno es, ni aceptar el billete de “bajo coste” que constantemente nos ofrecen para convertirnos en “mercancía” de este mundo globalizado y estandarizado. Caminar, vivir, hacer…. para SER.