El periodista y escritor francés, François Mauriac, premio Novel de literatura en 1952, plasma en sus novelas la tragedia en que se debate el ser humano. Por ellas van desfilando personajes que se ven inmersos en una lucha con las pasiones, de las cuales, la mayoría de las veces, son víctimas. Centrándonos aquí en dos de ellas, La farisea y Nudo de víboras, encontramos que las tres principales pasiones que dominan al hombre son el apego al dinero, el odio y la sexualidad.
Para Mauriac, la riqueza constituye uno de los pecados capitales del hombre. Luis nos dice, en Nudo de víboras, que se vale tanto cuanto se tiene, y no tanto como se es: “¡Qué horror! Un anciano no existe más que por lo que posee. En cuanto deja de tener la menor cosa, se le deja de lado. No nos queda más remedio que elegir entre la casa de retiro, el asilo o la fortuna. (..). Sí, tengo miedo de empobrecerme. Me parece que jamás podré acumular el oro suficiente”. El afán de poseer, como baluarte de seguridad, acaba extendiendo sus tentáculos al deseo de dominio sobre las personas, de tenerlas a todas en una esclavitud subyugante. “Mi afán de poseer, de osar y abusar se extiende a los seres humanos”, expresa Louis en La Farisea. Sentimiento que no se halla lejos de Morodo, Rato, Pujol. Ábalos…
De la abundancia de riquezas, del confort, no se sigue una vida serena, sino todo lo contrario. La raza humana –“sobre la que ya pesan bastantes maldiciones” – se siente corroída por una nueva pasión, que es el odio. La posible pérdida de los valores adquiridos conduce a “prevención, desconfianza, horror al riesgo y al cuidado de no dejar nada al azar”. Los otros no andan en torno nuestro más que con una mirada calculadora, buscando la ocasión propicia para darnos el zarpazo. Esto obliga a ir cerrando todos los posibles resquicios, todos los flancos débiles, creándose así una coraza de dureza y desprecio. Mauriac generaliza esta horrenda actitud por medio de uno de sus protagonistas: “Sí; soy cruel. Pero no más que otros, como los demás, como los niños, como las mujeres, como todos aquellos que no tienen la mansedumbre del Cordero”. Si miramos a Rusia, Oriente, a nuestros gobernantes…
Recalcando el pensamiento de que “sobre los hombres gravitan ya bastantes calamidades”, hay que decir que, para Mauriac, la sexualidad es la causa o el compendio de todas ellas. El hombre está marcado en su misma carne por el mal común de toda la humanidad. Sus escritos están también saturados de seres dominados por los impulsos carnales. La sexualidad es un mal que arrastramos, del que es difícil, si no imposible, desligarse: “siempre es fácil poseer el recurso carnal, que no significa nada, para hacer creer al otro que se requiere”. Obviando la matriz cristiana de su pensamiento, parece tocado por la doctrina freudiana. ¿De dónde emergen las agresiones sexuales a todas las edades, tantos desequilibrios psíquicos que contemplamos…?
Publicado en IDEAL de Granada el martes 24 de diciembre de 2024