Cáritas ha manifestado que el 50% de las personas que atiende tienen un empleo. Son pobres, porque no logran cubrir sus «necesidades básicas». Afirmación que nos invita a reflexionar sobre el concepto de «necesidad». Concepto polisémico, que depende, en última instancia, de la visión que se tenga del hombre y de la vida en sociedad.
R. Barre, economista, profesor universitario y ministro francés de la segunda mitad del siglo pasado, en «Économie Politique, I», sitúa la necesidad en el marco de la economía capitalista que pretende satisfacerlas para la obtención de un beneficio. Necesidades, superfluas la mayoría, que se crean en aras del enriquecimiento.
Podemos partir de las necesidades biológicas elementales para explicar la actividad económica, aunque el concepto de necesidad es mucho más complejo y presenta verdaderos problemas. Porque la economía del lucro crea un abanico de necesidades superfluas en los ciudadanos, cuya satisfacción los aliena, los esclaviza y les impide cubrir, a veces, las esenciales.
No cabe duda de que las necesidades son diferentes, según la civilización en que se vive, la cultura a que se pertenece y el desarrollo económico alcanzado. Pero la empresa capitalista ofrece indiferentemente a los consumidores los productos, para obtener el máximo de beneficios posible: «Las ofertas y la demanda se manifiestan de manera impersonal y espontánea en el mercado, independientemente de toda consideración humana y moral», escribe J.L. Fyot, en “Dimensions de l´homme et science économique”. Las mismas Comunidades Autónomas nos están bombardeando con la publicidad de las excelencias de sus playas, de su arquitectura, de sus gastronomías, sin atender al poder adquisitivo de los receptores del mensaje.
En tiempos no lejanos, la prioridad de la pareja era tener una vivienda independiente. Para ello se hipotecaba, hacía trabajos extra, se privaba de muchas cosas innecesarias… Hoy se anteponen los viajes, el coche, el ocio, la diversión…
Los flujos migratorios no regulados, que en estos momentos están despertando preocupación social y política en los países desarrollados, son fruto de la imagen idílica que ofrece la sociedad del aparente bienestar, y de la voracidad de las mafias que trafican con las vidas humanas en las procelosas aguas de mares y océanos.
Es preciso una educación en la jerarquización de las necesidades, desde la infancia hasta la edad adulta. Saber discriminar entre necesidad real y aparente, para elegir lo más preciso. ¿Todo el mundo tiene que esquiar, realizar un crucero, pasar un mes de veraneo y practicar buceo? Depende de la «tarjeta» y de las condiciones físicas y psíquicas de cada cual. Porque, de acuerdo con Cáritas, el poder adquisitivo se halla en manos de los que tienen cubiertas sus necesidades más perentorias. Aunque, según R. Barre, «las necesidades verdaderas e imaginarias producen las mismas consecuencias respecto al mercado: los bienes que les corresponden son ofrecidos y solicitados, tienen un precio». Y exorbitadas plusvalías.
Publicado en IDEAL de Granada el viernes 5 de julio de 2024