10,30 de la mañana del 9 de noviembre de 2024. Tanatorio de Ogíjares (Granada). El féretro está a punto de partir con el cadáver de Rafa. Una caja de color nogal, austera, guarda un cuerpo de76 años, segado por un cáncer inhumano. Un cuerpo que ha hecho gala de custodiar un cerebro privilegiado: dominio de seis idiomas, con los que estaba abierto a la comprensión de todo el mundo; doctor en teología; maestro en la pluma y el pincel, con sus novelas, Tres madres (2007), La mujer del Papa (2010) y sus numerosos artículos sobre salud, moral o sobre su tierra leonesa (La Carrera); pintor de cuadros que sorprenden en las paredes de su casa. Su espíritu quijotesco le llevó a devorar libros y películas sin límite. Y a vivir en el eterno enfrentamiento entre ideal y realidad, que se acentuaba en el ocaso de sus días, al ver el desmontaje de España, impulsado por los políticos actuales. Vivía con indignación, tras 25 años como funcionario de la OMS, la informalidad, la falta de rigor, de puntualidad… en gran parte de los profesionales de este país. Y, mientras observaba estupefacto los efectos catastróficos de la DANA en Valencia, así como la incompetencia de las Administraciones para gestionar los problemas físicos y humanos que las lluvias torrenciales han provocado, el cáncer acabó de cortar el débil hilo con el que se agarraba a la vida.
Con el peso de un currículum densísimo en mi espíritu, del que aquí sólo he dado unas pinceladas, junto al frío cuerpo de Rafa, amordazado por el dolor y la emoción, he querido ser el humilde lector de su despedida:
«Desde mi cuerpo paralizado, sin voz, os dirijo mis últimas palabras, que lee Pepe:
Gracias Annette, Gracias. En mi vida ha habido dos mujeres, dos pilares que han sostenido mi existencia: Elvira, mi madre, y Annette, la danesa con la que he compartido lo mejor de mi vida. Elvira me trajo a la vida y ha sido un imán invisible del que nunca pude desprenderme. Y tú has sido la luz que ha guiado mis pasos por los senderos tortuosos de la vida. Tú has cortado las alas de mi idealismo para que hundiera los pies en las arenas movedizas de la realidad. Hemos luchado juntos, sobre todo durante mi enfermedad, contra todas las adversidades. Hemos sido sinceros siempre, porque en la sinceridad se fortalece el amor, y se encuentra la verdad. Tu compañía, Anita, tu apoyo, tu ayuda, día y noche, tus desvelos no tienen precio. Se lo he repetido todos los días a Pepe. Le habré resultado cansino, pero es verdad. Quería que se supiera. Una horas antes de morir tuve mi última conversación con él. Estaba en el campo, como siempre. Le dije que ya nos habíamos bajado a la planta baja, porque no podía subir escaleras ni entrar a la ducha. Que físicamente estaba muy mal, pero sin muchos dolores, y que mentalmente también estaba sufriendo… Y usé el término coloquial de que “se me había aparecido la Virgen” (pensaría el irónico lobreño que estaba alucinando). La Virgen danesa, le apostillé. Annette ha sido el milagro de mi vida
A partir de hoy nuestras vidas se separan. Yo me pierdo en el abismo de las tinieblas, y pronto me iré sumergiendo en el olvido de las gentes. Y tú vas a caminar sola por la senda que juntos hemos construido. Sé que vas a ser fuerte, como siempre has sido. Que las noches no se te hagan eternas, y que los días te inunden de luz y de alegría. Sigue abierta a la vida, al buen yantar y a los vinos de calidad. Brindaremos juntos con cada copa
Sé que vas a seguir contando con tu familia y con nuestros amigos, pero la barca de tu vida la tienes que conducir sola, como todo el mundo. Así que coge el timón desde este momento, sin temor a las tempestades y oleajes que vas a ir encontrando. Ya lo hemos hablado. Tú tienes capacidad, fortaleza y personalidad. Mantén el ánimo alto. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS. Mi cuerpo te abandona, pero mi espíritu siempre te acompañará. Un abrazo eterno.
Gracias Agus, Mayte y Elda. Gracias hermano, por este último y breve encuentro, tras el largo viaje que habéis hecho desde Tarragona para despedirme. Los protocolos de la muerte no contemplan distancias. Deseo que sigas disfrutando la jubilación con Mayte. Y gracias, Elda. Me voy contento porque tienes ya trabajo. Sabes que siempre me preocupó que encontraras un empleo. A mí y a tu tía Annette. A los dos nos alegró mucho tu contratación. Ya he visto que has colocado perejil en mi corona. Me lo llevaré por si en la otra vida tuviese que seguir cocinando. Lo tendré siempre a mano. Porque te quiero. Porque te queremos. Por tu bonito y original detalle. Mil besos, sobrina.
Gracias, Nieves y Juan Ramón, por acompañar a Annette en estos momentos duros, en los que comienza a poner sus huevos la soledad. Habéis hecho un viaje rápido y apresurado para estar aquí unos momentos en mi despedida. Ya que hoy no podemos debatir temas o proyectos, ni yo puedo levantar la copa con vosotros, brindad vosotros con Anita, en agradecimiento a su dedicación a mí, vuestro amigo.
Gracias Fran y Cristina. Once años de mantenimiento de caldera de agua para calefacción y sanitarios, y de mantenimiento de piscina, dan lugar a muchas averías, a muchas horas de espera, a muchas reparaciones, y a que os hayáis ganado nuestra confianza, nuestro aprecio y nuestra amistad. Fran, aquí has topado con el teórico frente al práctico. Hemos encontrado en ti la solución de nuestros problemas técnicos. Y hemos encontrado un amigo. Te lo agradezco por última vez. Sé que seguirás arreglando las averías que vayan surgiendo, mientras Annette lo necesite. Gracias por vuestra compañía de ayer tarde, y por vuestro último adiós de hoy
A Cloti y a Pepe ya se lo tengo dicho todo. Igual que te hice caso, cuando me dijiste, antes de mi operación de cabeza, que, dado mi estado, obedeciera siempre a Anita, y lo he cumplido, te vengo repitiendo, y te lo recordé anteayer, que cuides a Cloti en todo lo que necesite, y que me hagas caso como yo te he hecho a ti. Porque tienes una mujer que es un sol. Hace tiempo que sois de nuestra familia. Sé que estaréis al lado de Annette. Gracias por todo. Gracias por vuestra amistad.
GRACIAS Y ADIÓS