La agresión sexual grupal de la Manada y la de los jugadores de la Arandina fueron tema de debate en los medios de comunicación durante largo tiempo. Quizá por los protagonistas, porque, a pesar de la degradación a la que esta repugnante práctica somete a la mujer (y a los ejecutores), los miles de agresiones que posteriormente se han cometido, no han impactado del mismo modo en la sociedad. Se han convertido en agua fina que absorben las conciencias, frente a la sacudida que provoca el trueno y la tormenta.
Para la socióloga Mónica Saiz, la causa de estas agresiones se encuentra en la «masculinidad patriarcal», «la mala educación sexual» y «la pornografía». Es cierto que la educación sexual no existe en la mayoría de las familias ni en el sistema educativo. Por lo que los jóvenes acceden al conocimiento del tema por los amigos y por internet: campo sin puertas, sembrado de «bombas» que provocarán lesiones de difícil cura. Y al que urge poner vallas.
Desde Freud somos conscientes de que la sexualidad es un constitutivo del ser humano, que condiciona los sentimientos, el comportamiento, la vida entera… Cuando no se controla y humaniza, las repercusiones en el individuo son nefastas. Los psicólogos y psiquiatras dan fe de ello.
Pero, ¿a quién corresponde la educación sexual? A la familia y a la escuela. Ésta, como comisionada de la sociedad, no del Gobierno de turno, que siempre deja su impronta ideológica en las leyes educativas que promulga. No con «talleres» de masturbación o «talleres» para descubrir todas las zonas eróticas del cuerpo, sino mediante un programa nacional, con contenidos elaborados por especialistas en la materia, y adaptado a los diferentes ciclos formativos: por biólogos, psicólogos, sexólogos, sociólogos, psiquiatras… Contenidos que deben impartir profesores acreditados, con madurez y objetividad. Así se superarán los enfrentamientos entre familia y escuela, pues los padres no admiten una educación sesgada que contribuye más a la degradación que a la humanización de sus hijos.
Si no se actúa de una forma seria y responsable en este ámbito, habrá que seguir lamentando el crecimiento de agresiones y violaciones, de patologías múltiples, para las que ya se está solicitando gratuidad en la atención psicológica y psiquiátrica. Y, lo que es peor, la sociedad asumirá con naturalidad estos hechos, que están bajando la edad de los agresores y de las agredidas, cuyas vidas quedarán marcadas por traumas insuperables.
Publicado en IDEAL de Granada el martes 18 de abril de 2023