La guerra

            Escribía Harari, hace siete años, en «Homo Deus», que, a lo largo de la historia,  la guerra, la peste y el hambre han sido los tres enemigos del hombre; no el mundo, el demonio y la carne, como nos enseñaron.  Pero que «en las últimas décadas hemos conseguido controlar la hambruna, la peste y la guerra». Y realiza un estudio cronológico de los tres factores, para convencernos de que en la actualidad sus consecuencias son menores y controlables por la ciencia y el conocimiento.

            Cinco años después de afirmar que las epidemias ya no se volverían a producir, aparece el Coronavirus con terribles consecuencias en la economía y con un arrebato desolador de vidas humanas,. Esto me trajo a la memoria la frase que oí en clase a mi ilustre profesor de Historia, Fabriciano Ferrero: «Cuando se da superpoblación en animales (ratas, conejos…) o humanos, siempre aparece una epidemia, que pone orden en la especie».

            El escritor israelí da por pasado histórico el tiempo en que «toda persona en la Tierra sabía que en cualquier momento los vecinos podían invadir su territorio, derrotar a su ejército, masacrar a su gente y ocupar sus tierras», porque gobiernos, empresas e individuos «no piensan en la guerra como un acontecimiento probable».

            Es cierto que los grandes conflictos bélicos parecían superados. O estaban  lejos de los países desarrollados. Pero la destrucción de Ucrania nos deja bien claro que el ser humano es perverso, no ha superado el instinto animal, sino, como dijo Hobbes, «Homo homini lupus» Perdón, sí ha superado al animal. Porque éste pelea por el alimento y la reproducción. Pero no tiene el plus de maldad que los Putin de turno añaden a su instinto selvático. La destrucción y la masacre que hemos visto durante estos meses hiela la sangre de cualquier persona sensible. Y, junto a ello, la hecatombe que se está produciendo con los precios de la energía, de los cereales y de los productos químicos. Como ha dicho Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, «Rusia ha iniciado una guerra de cereales que está provocando una crisis de alimentación a nivel mundial». Hechos, por tanto,  que no afectan sólo a la sensibilidad, sino al bolsillo, al estómago, a la temperatura de los hogares… Y, principalmente, en los países más pobres, que se alimentan de los derivados del cereal.

            Lamentablemente los informativos ya no abren con la guerra, pero la destrucción incalculable y esperpéntica, los crímenes diarios, cuyo recuento será imposible, continúan… ¿Y para qué? ¿Para echar un pulso a Occidente por parte de Rusia? ¿Para amedrentar a Finlandia y Suecia? Las imágenes de la destrucción se solapan con las noticias de las consecuencias de la guerra: subida de carburantes, de alimentos, de electricidad… Y enfrían rápidamente los sentimientos de empatía que movilizaron a Europa, al principio. 

            Vemos que los avances científicos y tecnológicos no están sólo al servicio del ser humano, sino para su destrucción y aniquilamiento, cuando se ponen en manos de descerebrados que desprecian la vida humana y la independencia de los pueblos.

Dieciséis de julio de 2022

Deja una respuesta