Estamos asistiendo a una devaluación de la formación a todos los niveles educativos. La izquierda, que ha desempeñado un papel fundamental en la liberación del hombre, luchando contra su explotación, por la dignificación del trabajo, por los salarios justos, por la igualdad entre mujeres y hombres, y por la universalización de la educación, está equivocándose, en España, en el diseño de los currículos y en los sistemas de evaluación.
Promocionar y obtener títulos sin los conocimientos necesarios en cada nivel educativo es un fraude a los alumnos, fomenta el cultivo de la degradación personal y de la desigualdad. No cabe duda de que los padres con recursos económicos van a elegir y pagar colegios y Universidades privadas, donde sus hijos adquieran la formación científica, técnica y humanística que el mundo globalizado le va a exigir.
Las empresas no miran la nacionalidad o los másteres que los aspirantes al trabajo presentan en un pendrive, sino que ponen a prueba sus conocimientos y habilidades antes de la contratación. Porque, ¿cuántos alumnos no aprueban un máster? Yo no he conocido a nadie que suspenda una tesis doctoral, aunque se la haya hecho un «negro literario». Y no hace falta dar citas. Porque los estudios de postgrado se han convertido en un negocio para quienes los imparten, que engrosan la cuenta corriente y el currículo personal. Y en una sangría para los universitarios que han obtenido el “Grado”, con una formación deficiente, y que se ven obligados a dar una capa de barniz al descolorido bagaje de conocimientos. ¿Por qué el profesorado universitario, con una carga lectiva liviana, no imparte estos cursos gratuitamente, puesto que ya cobra dignamente del erario público? Así nos acercaríamos a la igualdad de oportunidades, aunque siempre el rico podrá cursarlos en Universidades de prestigio de Estados Unidos o Alemania… De esta forma la brecha económica entre ciudadanos puede seguir agrandándose también en el ámbito profesional.
Los coreanos son los profesionales universitarios más cotizados internacionalmente. Y ello es debido a las exigencias del sistema educativo, donde priman el esfuerzo y la competencia. Son la antítesis de la Ministra de Igualdad (?), que nos felicitaba así el 1 de mayo: «Por un futuro donde trabajar menos para ser más libres y vivir mejor. Por un futuro en el que no necesitemos vivir para trabajar». Con este perfil no vamos a competir nunca con los coreanos. A algunas les abrirá las puertas de un ministerio en la Moncloa, y a las que sigan su ideario, «Queremos que el grito feminista, “Sola y borracha, quiero llegar a casa” se convierta en realidad» (sic, con los errores ortográficos y morales), las engullirá el colector de residuos sociales. Con esta «ideología», que no filosofía, no se construye igualdad, sino todo lo contrario. Y con la ignorancia y la información sesgada no se levantan los pilares de una sociedad próspera, libre e igualitaria que necesitamos.
Publicado en IDEAL de Granada el jueves 18 de mayo de 2022