Hace unas semanas, el programa «Lo de Évole» realizó un reportaje sobre José Elías, empresario de Badalona. Como Amancio Ortega y otros muchas personas relevantes del mundo de la empresa, se ha forjado a sí mismo y ha amasado un gran capital, mediante el trabajo y la inteligencia. Dijo que no valía para político, porque ante cualquier problema él lo analiza, busca soluciones y rápidamente ejecuta la que cree más acertada. Cosa que no hacen los políticos.
Al leer el resumen del «proyecto del plan estratégico 2031» de la Universidad de Granada, sintetizado por Andrea G. Parra en estas páginas, me vino a la mente, por antitética, la estrategia de José Elías. Entre las metas que se propone el proyecto encontramos la internacionalización de la Universidad, la transformación digital, estar entre las 100 mejores Universidades del mundo y «reducir por debajo del 20% el abandono de los estudios universitarios», que en estos momentos se encuentra en el 25%. («Cuán largo me lo fiais, amigo Sancho»). Para mejorar, se debe planificar, dice. ¿Es que hasta ahora no han planificado? Pero, para planificar, habrá que saber qué funciona mal en todas las variables.
Algunas reflexiones. ¿Con qué perfil se accede a una carrera? Se elige lenguas clásicas sin el menor conocimiento de la gramática latina y griega. Porque en Bachillerato se han reducido al mínimo los contenidos y el tiempo para impartirlos. Las consecuencias son claras: abandono o cambio de carrera. Lo mismo viene sucediendo con jóvenes que llegan sin la base mínima para muchas carreras de ciencias. Así, el fracaso está garantizado.
Si para resolver un problema hay que conocer las causas, nadie dispone de los medios y del personal cualificado para detectarlas como la Universidad. Los coordinadores universitarios de las Pruebas de Acceso se reúnen, cada año, con los profesores de Instituto que imparten las distintas materias, para orientarles acerca de las características de los exámenes y de los errores que se cometen. Pero es sólo un barniz para superar el examen. Porque la formación de Secundaria debe estar seriamente orientada a la adquisición de conocimientos sólidos y de estrategias apropiadas para acceder a la Universidad o a la Formación Profesional con garantías de éxito. Y no suele ser así. Como dice la carta publicada en ABC, de un nutrido grupo de intelectuales de este país (Sabater, Trapiello, Ovejero, Jon Juaristi…) contra la LOMCE, hay que eliminar el sectarismo y la ideología de la enseñanza infantil, primaria y secundaria, y resaltar los conocimientos, frente a las competencias, a la hora de calificar. Calificación que debe ser numérica, para valorar con precisión el conocimiento de cada alumno de los contenidos en las diferentes materias, porque «la evaluación por competencias diluye los conocimientos concretos». Dicen que eliminando los suspensos y «dificultando la repetición» no se solventan los problemas, sino que se agravan. Son partidarios, además, de «exámenes externos y comunes en cada etapa educativa», que pongan de relieve el trabajo de docentes y discentes, en aras de la competitividad. Pero las voces de la sensatez claman en el desierto de la estulticia. Y la pendiente del fracaso adquiere mayor desnivel.
Publicado en IDEAL de Granada el martes 3 de mayo de 2022