«Se van los viejos por el sumidero rectangular de las sepulturas. Y ese agujero sigue abierto para siempre, absorbiendo los recuerdos de los vivos». Esta cita de Jesús Carrasco, en “Llévame a casa”, nos invita a la reflexión sobre el «Día de los difuntos».
La noria del tiempo tritura la hoja de octubre en el calendario y nos abre las puertas de noviembre en la ciudad de los muertos. Los cementerios visten sus mejores galas: el pardo otoño se transforma en florida primavera. Son días de ofrendas florales, pero también momentos de reflexión frente a la banalización que la celebración de Halloween está extendiendo en la sociedad infantil y juvenil.
¿Reflexión sobre la vida? ¿Sobre la muerte? Tal vez sobre las dos realidades, porque no hay muerte sin vida, ni vida sin muerte. Aunque todos hemos perdido a familiares o amigos recientemente, nunca pensamos que la muerte nos acompaña, que vive y duerme en nosotros, que es consustancial a todo ser viviente. Unamuno, consciente de ello, en “El sentimiento trágico de la vida”, clamaba: «no quiero morirme, no; no quiero ni quiero quererlo; quiero vivir siempre, siempre, siempre». Y D. Miguel alcanzó su objetivo: la eternidad. Vive en su obra, en las personas a las que nos ha hecho pensar y cuestionarnos los temas fundamentales de la existencia. De ahí que lo podamos contemplar bajo el prisma de las palabras del poeta latino Horacio: «No omnis moriar» (no moriré del todo o totalmente). Pues la verdadera muerte, como dice Jesús Carrasco, se da el día en que desapareces del recuerdo de los demás. Cuando te arrojan al osario del olvido, diríamos nosotros.
Para los creyentes, la muerte tendría que ser la llegada jubilosa a la meta, tras la larga travesía por el proceloso mar de la vida. Pero no siempre es así. Y, a los agnósticos, podría valerles la reflexión de Giacomo Leopardi: «Deberíamos temer más a la vejez que a la muerte, porque la muerte suprime todos los males que nos afligen». Esta es la ideología que lleva a Toni, protagonista de «Los vencejos», de Aramburu, a anunciar su suicidio, antes de llegar a la vejez. Así pondría fin a su mediocre y frustrada existencia.
De cualquier manera, durante estos días vamos a resucitar en nuestro recuerdo a muchas personas a las que hemos querido, de las que hemos aprendido a caminar, a vivir, a compartir, a amar, a soñar… Vamos a «aspirar la fragancia de los que se fueron».
Publicado en IDEAL de Granada el domingo 24 de octubre de 2021