Es un hecho irrefutable que la Historia camina sobre cadáveres. Cadáveres físicos o cadáveres personales. Los pueblos han conquistado o mantenido su territorio mediante la lucha, la violencia, la guerra. Y para la supervivencia han tenido que hacer efectiva la frase atribuida a César: «si vis pacem, para bellum». Los caudillos de las conquistas o de la independencia de un territorio son recordados en estatuas, monumentos, nombres de calles, de aeropuertos, de polideportivos… La historia política cabalga también sobre cadáveres. Líderes sepultados por sus contrarios o por los propios compañeros de partido, para arrebatarles el poder.
Resulta sorprendente que una parte de la sociedad contemple con regocijo y otra con indiferencia, que se retiren estatuas, o se les corte la cabeza a personajes que realizaron un papel importante en la historia de España y Latinoamérica, como Colón o los Reyes Católicos, pues su labor se realizó desde los parámetros culturales de su tiempo. La Reconquista y la colonización tuvieron sus luces y sus sombras; pero éstas se difuminan si las descontextualizamos.
Pero más incomprensible e indignante es que la mayoría de nuestros dirigentes políticos guarde silencio y no impida los homenajes a los asesinos de ETA que van saliendo de la cárcel. En un momento en que la sensibilidad por los derechos humanos está a flor de piel, tanto por el aumento de la homofobia, por el maltrato a menores o la violencia de género, es execrable que se vitoree a personas que cometieron crímenes horribles con el tiro en la nuca, coches bomba… durante cuatro décadas. Crímenes que no podrán ser justificados nunca por el progreso o la independencia de Euskadi, porque sin esa sangre derramada hoy estaría igual económicamente y mucho mejor en lo social. No cabe duda de que, en un tiempo no muy lejano, estos «desalmados» coparán los callejeros del País Vasco, los nombres de las «erriko tabernas» y polideportivos… Pero aún palpita caliente la sangre de los 82 asesinatos por los que fue condenado Henri Parot. Nuestros ojos aún se nublan con el recuerdo de la voladura del cuartel de Zaragoza, Monsieur Parot. Y nuestro espíritu se revuelve cuando oye que el próximo sábado, el Sr. Otegi, «hombre de paz» para la izquierda progresista, te tiene preparado un «ongi etorri», una bienvenida apoteósica a la libertad, en Mondragón. No es para menos, tras dejar atrás pulverizados 2.800 años de condena… ¿Qué sería de ti, con este historial, en tu Argelia natal? Aquí el Gobierno calla, y otorga…. ¿Lo haría Francia con los asesinos de Bataclan? ¿Estados Unidos con los del 11-S? Nuestra degradación moral toca fondo.
Publicado en IDEAL de Granada el sábado 18 de Septiembre de 2021