El hijo del chófer, de Jordi Amat, publicada tres meses antes de las elecciones catalanas, nos arroja un sunami de dudas sobre la Administración española de la transición, envuelta en corrupción política, económica, judicial y mediática.
Encuadrada dentro del género de novela negra, estremece seguir la cantidad de personas de la política, la banca, la empresa, la fiscalía… que han tejido el paño deshilachado de la actual Cataluña. Desde el Rey a Rajoy, desde Tarradellas a Mas, desde Polanco a Godó, con Pujol como «ingeniero textil» para cortar y repartir la «tela». Ojalá ese obsceno entramado hubiera sido una ficción, un sueño que acabó en 2016, con el suicidio del protagonista, el periodista Alfons Quintá, tras asesinar a su pareja.
Quintá, diseñador y director de TV3, por encargo de Pujol, y articulista de periódicos de Madrid y Barcelona, víctima por un complejo de Edipo no resuelto, bucea por las cloacas de la banca, de la política, de los medios de comunicación…, con la obsesión de dinamitar todo lo que represente «poder», todo lo que simbolice al «padre freudiano». Es un psicópata, destilando odio, venganza, maltrato e instinto destructor.
Pero la mayor inquietud que la novela inocula en un lector honesto no es contemplar el lodazal por el que hemos transitado, y que nos ha arrastrado al «mar negro» de la España y la Cataluña actuales, sino observar que este entramado no concluye con la muerte del protagonista, en diciembre de 2016, que cierra la novela. No. El mito Pujol, tras la corrupción y apuesta por el independentismo, se potencia con Puigdemont, Junqueras, los Jordis…, amparados por el Gobierno central, como antaño. La corrupción económica y legal en Cataluña se silencia, y, cuando se condena, provoca más adhesión de los «hooligans nacionalistas» a sus mitos vivientes.
Al igual que Pujol compró varias cabeceras de la prensa catalana y unió a su causa empresas como Godó y Planeta, nuestro Gobierno sigue el mismo rumbo, silenciando la verdadera crítica con subvenciones a las principales empresas de comunicación. Ha gestionado las compras de material sanitario con opacidad, distribución de vacunas sin la transparencia requerida y se vislumbran nubarrones sobre la gestión de los fondos europeos de recuperación.
La «historia» hay que conocerla para corregirla y mejorarla. Si el Gobierno usurpa los poderes a sus legítimos detentores, «avanzamos» irremediablemente a la noche del pasado.
Publicado en IDEAL DE GRANADA el miércoles 10 de febrero de 2021