Los enemigos del alma, según el Catecismo del Padre Astete, eran el «mundo, el demonio y la carne». Para el historiador y filósofo israelí Yuval Noah Harari, según el cual el alma, como sujeto inmortal de emociones, sentimientos, deseos, voluntad…, no es más que una «una avalancha de señales eléctricas disparadas por miles de millones de neuronas», los enemigos del hombre son «el hambre, la peste (epidemias) y la guerra.
En su libro Homo Deus: Breve historia del mañana, analiza estos factores, y muestra cómo hoy, aunque la pobreza no se ha erradicado, se producen alimentos para saciar el hambre mundial, y la obesidad está ya matando a más personas que la pobreza. Las guerras, motivadas desde el origen de la humanidad por la búsqueda de recursos materiales, hoy sólo producen el 1% de las muertes. Pero en estos momentos la riqueza es el conocimiento, por lo que los «logros tecnológicos futuros podrán preparar el camino para nuevos tipos de guerra». Las enfermedades infecciosas las considera el segundo factor de muertes en la historia. Hace una panorámica de las principales epidemias, desde la «peste negra», de 1330, al «ébola», de 1914. Y concluye con que «es probable que en el futuro haya epidemias importantes que pongan en peligro a la humanidad, pero sólo si la propia humanidad las crea, al servicio de alguna ideología despiadada». Cinco años después de esta publicación nos vemos inmersos en una pandemia, de origen desconocido y de consecuencias imprevisibles en cuanto a muertes, problemas sociales y económicos. Si con la llamada “Gripe española”, en 1918, murieron más de 50 millones de personas, los antibióticos, el trabajo en los laboratorios y las medidas adoptadas por los diferentes Gobiernos, parece que van a evitar que el Covid-19 arrase con un número tan elevado de vidas humanas. Aunque hay buenos augurios con el proceso de contención del virus en los países más desarrollados de Europa y Asia, aún están por ver sus efectos, cuando se extienda por África y América Latina. Del mismo modo que son una incógnita las secuelas que va a dejar en la economía y en la convivencia, así como nuestra capacidad para llevar a cabo la «metanoia» que esta nueva situación nos va a demandar.
Lobres, 18 de abril de 2020