Pasiones sin control

 

Los sucesos horrendos que están aconteciendo casi a diario,  como la masacre en un colegio de Florida, las agresiones sexuales a menores y entre menores, el odio que corre por las redes sociales y entre algunos líderes políticos, así como  el caso Oxfam,  los  abusos de Jerry Nassar  en Estados Unidos, los 30  enfermos asesinados por un enfermero en Alemania…, nos dejan perplejos. Y terminamos preguntándonos  a qué nivel de degradación está llegando nuestra sociedad.

Cada persona tendrá su respuesta. A mí me ha venido a la memoria el escritor francés, François Mauriac, que en “La farisea” y en “Nudo de víboras” ofrecía, en los años sesenta del siglo pasado, las claves que nos puedan acercar a la comprensión del fenómeno.  En ellas hace un análisis  de las tres principales pasiones que arraigan en el hombre: el apego al dinero, el odio la sexualidad, causa y origen de todas las demás.

En cuanto al dinero,  Luis (no Bárcenas) nos dice, en Nudo de víboras, que se vale tanto cuanto se tiene y no tanto como se es: “¡Qué horror! Un anciano no existe más que por lo que posee. En cuanto deja de tener la menor cosa, se le deja de lado. No nos queda más remedio que elegir entre la casa de retiro, el asilo o la fortuna”. Y, en otro momento, confiesa: “Mi afán de poseer, de osar y abusar se extiende  a los seres humanos. Hubiera necesitado esclavos”. Alguna clave  nos da para comprender la corrupción en España  y el clientelismo o esclavitud en los partidos. Casos Gürtel, Púnica, De Miguel, ERE…, que se están juzgando en estos momentos.

De la abundancia de riquezas, del confort, no se sigue una vida serena, sino todo lo contrario. La raza humana –“sobre la que ya pesan bastantes maldiciones”–  se siente corroída por una nueva pasión, que es el odio. La posible pérdida de los valores adquiridos conduce a “prevención, desconfianza, horror al riego y al cuidado de no dejar nada al azar”. Los otros no andan en torno nuestro más que con una mirada calculadora, buscando la ocasión propicia para darnos el zarpazo. Esto obliga a ir cerrando todos los posibles resquicios, todos los flancos débiles, creándose así una coraza de dureza y desprecio. Lo malo es que Mauriac apruebe y generalice esta horrenda actitud por medio de uno de sus protagonistas: “Sí; soy cruel. Pero no más que otros, como los demás, como los niños, como las mujeres, como todos aquellos que no tienen la mansedumbre del Cordero”.

Recalcando  el pensamiento  de que “sobre los hombres gravitan ya bastantes calamidades”, hay que decir que, para Mauriac, es la sexualidad la causa o el compendio de todas ellas. El hombre está marcado en su misma carne por el mal común de toda la humanidad: “Un pequeñísimo número de personas me ha dado la idea de que la felicidad de este  mundo, por la bondad y el amor, estaría en aquellos en quienes el corazón y la carne estuvieran soberanamente dominados”

Los escritos de Mauriac están también saturados de seres dominados por los impulsos carnales. Mauriac considera  la sexualidad como un mal que arrastramos, del que es difícil, si no imposible, desligarse, y que no tiene valor alguno: “siempre es fácil poseer el recurso carnal, que no significa nada, para hacer creer al otro que se requiere”. Cuando vemos el incesante goteo de acosos, maltratos y muertes por violencia de género, podemos leer en La farisea: “He aquí lo que hace la pasión de los seres humanos, he aquí de qué modo los humilla”.

Visión pesimista  del componente sexual, pero aplicable a quienes no controlan esta energía ciega que puede ser trágicamente letal.

(Publicado en IDEAL de Granada, el lunes 19 de febrero de 2018)

Comentarios de Facebook:

Deja una respuesta