In memoriam
Daniel García Iturriaga
Cuando el mes de agosto tomaba su recta final, y los docentes y alumnos intentaban ralentizar los últimos días de vacaciones, Daniel García Iturriaga nos dijo “Hasta luego”, emprendiendo su viaje al Cielo.
En 1997 comenzó a disfrutar de su jubilación. Una fructífera y dilatada vida profesional quedaba esparcida por las aulas, pasillos y despachos de los Institutos P. Suárez, de Atarfe y Fray Luis de Granada. Fue sembrando su vida, hecha cultura y humanidad, en varias generaciones de jóvenes que hoy se mueven por la más amplia escala social y profesional de nuestro país. Fue testigo de la agonía del Latín: BUP, Bachillerato LOGSE… Pero siempre se mostró respetuoso con los legisladores y con los alumnos. A éstos jamás les mostró desconsideración por su bajo nivel en la Lengua de Cicerón. Todo lo contrario: cuando recibía alumnos sin la base necesaria, multiplicaba el trabajo en atención a la “diversidad”. Nunca de sus labios se escapó un desprecio, una crítica a compañeros, alumnos, padres o personal de Administración y Servicios. Su arma de combate era la sonrisa, la palabra generosa y el juicio inteligente. Atenea, tras contemplar la afición de Daniel por el mundo clásico, depositó en él un plus de inteligencia que supo gestionar a la perfección. Cuando los Claustros de Profesores, en los 80 y 90, vivían las tensiones de los cambios democráticos, con fuertes enfrentamientos por la gestión y las nuevas directrices educativos, él mantuvo siempre la equidad, conservando lo bueno del pasado, como amante de lo clásico, y asumiendo todo lo bueno del presente. Nunca rehuyó el debate, ni expresar su opinión, pero con moderación y elegancia. Tomaba el café tanto con los compañeros de su generación, que conservaban el “Don”, como con los profesores jóvenes, que se despojaron de él, a tono con el cambio de los tiempos. Y no tuvo problema en aceptar que muchos alumnos lo llamasen “Daniel”; alumnos que reconocían las diferencias de edad y de estatus, y se dirigían al él con confianza filial.
Tras su jubilación, el I.E.S. Fray Luis de Granada puso a la Biblioteca del Centro el nombre de “DANIEL GARCÍA ITURRIAGA”. Un reconocimiento a su labor como Profesor, como Secretario, como compañero y como persona. Así como al trabajo que dedicó a la misma, cuando le correspondió reducción de horario lectivo.
Maricarmen Miranda, tras compartir cincuenta años de matrimonio con Daniel, y la vida de la docencia, a pesar de la fe cristiana que profesaban, hoy vive el vacío de su ausencia. Pero la reconforta el haber compartido tantas cosas buenas con él, y, sobre todo, la herencia que nos dejan con los hijos, que siguen su profesión o el ministerio sacerdotal. El haber visto la entereza de Daniel en su larga enfermedad, en la que asumió el dolor como factor de dignificación, e inherente a la vida humana.
En esta época de degradación humana, de corrupción, de falta de valores, en la que, muchas veces, ocupan las portadas informativas personas impresentables, es reconfortante ver que entre nosotros hay y habido gente, como Daniel, ejemplar en el trabajo, la honestidad, la vida familiar; gente que, con pocos medios, ha hecho funcionar un Instituto desde su cargo de Secretario; gente que, con pocos recursos, ha impartido una enseñanza de primera calidad.
Quiero terminar con algunas de las palabras que le dediqué el día de su jubilación, repasando los versos de Horacio, en la oda “Exegi monumentum…”, que pueden expresar, como en el poeta latino, el resultado de su largo y ejemplar trabajo: “Acabaste un monumento más perenne que el bronce, con tu trabajo. No lo destruirá el paso del tiempo, ni la tormenta arrasadora, porque permanecerá eternamente en el espíritu y en el corazón de tus alumnos, de tus compañeros, de tus amigos…”.
Publicado en IDEAL de Granada el 20/10/13