¡El que paga, manda! ¡El público siempre tiene razón! Son expresiones que oímos a deportistas y entrenadores, cuando han sido increpados por los espectadores en un partido de fútbol. Expresiones que se han convertido en máximas incontestables, como “el poder reside en el pueblo” o “todos somos iguales ante la ley”.
Pero, ¿el haber pagado una entrada da derecho a todo? Efectivamente, no. Progresivamente hemos visto que se recortan libertades en las gradas de los estadios. Antes podíamos introducir botellas o latas de bebida. Hoy, no. Antes había gente que llevaba artefactos pirotécnicos para celebrar los goles y las victorias. Ahora, no. Todavía seguimos viendo nubes de humo oscurecer algunos sectores de los estadios. Pero ya se ha dado el pistoletazo de salida al “espacio sin humo” en algunos estadios. Y de expresiones racistas no hablemos. Tanto dentro del rectángulo de juego como en las gradas. Recordemos el reciente incidente Luis Suárez – Evra. Y las viejas anécdotas de Clemente o Luis Aragonés con Samuel Etoo, que transcendieron nuestras fronteras.
A pesar de todo, quedan muchos pasos por andar. ¿Sólo lo que se ha codificado como racista es sancionable? Si Evra llama a Suárez “sudaca”, ¿es menos grave que el apelativo de “negro” de Suárez a Evra? Suárez es sancionado. Evrá, no. Si un amplio sector del público grita, en el Granada-Sevilla, “¡Reyes, maricón!”, ¡Reyes, maricón!”, ¡Reyes, maricón!”, ¿eso no es punible? Cuando en determinados estadios se oye un clamor unánime, “¡Ese portugués, hijo puta es!, dirigiéndose a Ronaldo o Mouriño, o se canta, “¡Eres un mono, Marcelo eres un mono, eres un mono…!, ¿no deberían tomar medidas contra esos energúmenos los defensores de la moralidad deportiva que sancionan a un Club por el lanzamiento de una lata o por las expresiones estrictamente tipificadas como racistas?
¿Un espectador desalmado puede descargar, porque paga, todos los megavatios de represión acumulada contra un jugador o un árbitro, y un jugador no puede responder con un gesto de reprobación? Pienso que en un partido de fútbol no deben exigirse formas propias de una celebración de Semana Santa. Pero sí creo que hay demasiadas asimetrías en la valoración y sanción de unos y otros comportamientos. Y no me parece correcto que un espectáculo deportivo sirva sólo de catarsis de bajas pasiones, y de vivero de mala educación para muchos adolescentes y no adolescentes que rayan la violencia en sus expresiones y en sus actitudes.