Treinta y uno de Octubre. Lunes. El mes tocaba a su fin. Abría sus puertas la conmemoración de la festividad de Todos los Santos. Los relojes marcaban las 11,50. Y el árbitro daba el pitido final en el Sánchez Pizjuán. El milagro de la Resurrección había tenido lugar junto a la Avenida de Campsas City. La Resurrección del Granada, con una victoria fuera de todo pronóstico.
José María del Nido había dejado su sombrero talismán en la percha de su casa. No necesitaba amuletos para ganar a un Granada sepultado en los puestos de descenso. Pero su reluciente calva acabó bañada por un espeso sudor.
Convocó una reunión urgente de la Junta Directiva. Pasaron el vídeo del encuentro, para ver si Javi Varas, el héroe del Camp Nou, había jugado con el Sevilla o como topo en el Granada. Estaba confundido. El Presidente sentía vergüenza de salir del Estadio. Por lo que, parodiando a Francisco A. Icaza (Dale limosna mujer, /que no hay en la vida nada / como la pena de ser / ciego en Granada), hizo colgar en los muros del Estadio, junto a la entrada al Palco de Presidencia, la siguiente cuarteta:
TENED COMPRENSIÓN, POR DIOS,
QUE NO HAY EN LA VIDA NADA
COMO ENCAJAR UNO DOS
EN CASA CON EL GRANADA.
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